Policías y almas en pena conviven en el cementerio de Tulpetlac
Noticias de Ecatepec, Méx (Día de Muertos).- El panteón de Tulpetlac, donde descansan los restos de unas 200 personas, es de los menos frecuentados, pues se dice que por las noches se escuchan ruidos y se ven sombras de las almas en pena, como la de la quinceañera, quien no ha encontrado la paz y recorre los pasillos del cementerio.
Dicen los pobladores que murió el día en que cumplió 15 años. Ni siquiera terminó la fiesta cuando la niña cayó fulminada por una extraña enfermedad. Los parientes la vistieron con su vestido blanco y para que no se cansara en su camino al más allá, le pusieron sus tenis del mismo color.
“Cuentan que cuando llegaron a enterrarla su rostro lucía radiante, parecía que dormía y estaba tranquila. La jovencita fue dejada en su sepulcro y sus familiares sufrieron, pero se marcharon resignados. Por las noches claras se vislumbra al final de este pasillo una persona vestida de blanco que caminando con sus tenis níveos, da una vuelta y se pierde al final del panteón”, narra el radio-operador de la policía montada, Josué Martínez.
Esta y otras historias respecto a la vida y muerte de los personajes sepultados en el panteón de Tulpetlac, se han convertido en leyendas que cuentan vecinos y elementos de la Policía Montada, desde hace 23 años, fecha en que este cementerio ya no recibe nuevos inquilinos y los que están siguen dando de que hablar.
Los últimos cadáveres fueron enterrados entre 1983 y 1984, antes de que el panteón fuera clausurado, ya que no cumplía con las normas sanitarias y el fétido olor que salía de los respiraderos de las fosas, se había convertido en un foco de contaminación que estaba afectando la salud de los habitantes de Tulpetlac.
Actualmente, este predio es ocupado por la Policía Montada, integrada por 28 elementos e igual número de caballos, que se acompañan a diario en las mañanas frías y en las noches de luna llena de magia.
Por su parte, Don Margarito, vecino de las caballerizas de la Policía Montada, aseguró que en los árboles que están a un lado de los dormitorios de los policías hay enterrado dinero.
“Por eso se escuchan muchos ruidos y el muerto se les sube. Yo les he dicho que me dejen escarbar y que nos vamos a michas, pero no quieren. Tulpetlac es un pueblo y debe ser tratado como tal, por eso hay que respetar sus historias”, indicó.
Miles de historias se cuentan entre los pasillos de este panteón solitario. Los policías vigilan de noche y las sorpresas o sustos que se han llevado ya son parte de la cotidianeidad.
Un día de muertos, recuerda el oficial Juan Cervantes, “oí ruidos poco comunes en la noche, al final de las gavetas y caminé unos pasos para ver qué pasaba. Al principio me asusté, agarré mi pistola y pensé: esta no me ayuda en estos casos, pero después de un rato puse atención y los ruidos ya no me parecieron de ultratumba. Caminé un poco más y observé muchas sombras”.
“Eran como cuatro sujetos que estaban robándose el cuerpo del interior de una tumba". -Hijos de su madre-, dije. Entonces agarré mi arma, tiré tres disparos al aire y salieron huyendo como locos. Ya con la luz del día acudí al mismo lugar acompañado de unos compañeros y vimos que, en efecto, se habían robado los huesos del difunto. Sólo había quedado en el suelo la mortaja amarillenta y carcomida y los huesos de la mano del muerto”.
Esos huesos fueron enterrados nuevamente por los policías, pero años después también desaparecieron de la tumba. Otras veces, los lamentos despiertan a los habitantes de los alrededores, por la madrugada o los caballos corren alrededor de las tumbas, como si alguien los guiara.
El Rex y la Princesa son los perros que cuidan las caballerizas de Tulpetlac. Ellos también aúllan cuando su olfato canino detecta almas en pena o difuntos que regresan a visitar a sus familiares.
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