La epidemia de jóvenes encajuelados en Ecatepec, resultado de la guerra entre cárteles de la droga
La tanatocracia se pasea en Ecatepec
Ningún tipo de policía puede hacer nada para brindar seguridad a los ciudadanos
Juan Pablo García Vallejo
Ecatepec de Morelos de los más pobres, Edomex, (La tinta suelta).- La epidemia de jóvenes encajuelados que han aparecido en Ecatepec de Morelos de los Más Pobres como resultado de la guerra entre cárteles de la droga, es sólo una señal más de que la tanatocracia se campea libremente por esta demarcación mexiquense, sin que ningún tipo de policías pueda hacer nada por detenerlos y brindar seguridad a los ciudadanos.
El Cártel de La Familia Michoacana, de reciente creación, está compitiendo por conquistar el mayor número de plazas para la venta ilegal de drogas a costa de la pérdida de vidas humanas, del incremento en su violencia excesiva y espectacular para difundir temor y miedo entre la población civil del municipio más poblado de todo el país.
Para las bandas organizadas en Ecatepec es fácil esconderse; pueden también comprar casas de seguridad y de almacenamiento de drogas, porque ante la poca vigilancia policíaca y los muchos intereses económicos que conquistar, hay mucha población donde mimetizarse y pasar desapercibido.
Lo malo de estos asesinatos de narco-menudistas, o sicarios al servicio de los cárteles de la droga, es que producen indiferencia en la población, cosa que incrementa la impunidad de los criminales.
Esta ola de violencia entre narcotraficantes de drogas nos trae a la memoria que la población y el territorio de Ecatepec de Morelos de los más pobres, ha sido testigo ya de otras olas de violencia criminal como la de finales de los años 70 producida por el Barapem, y su capitán delincuente y cantante de palenques, Alfredo Ríos Galeana. La policía asaltaba a muchos trabajadores en la zona industrial de Xalostoc y tenía sus casas de seguridad para repartirse el botín en Valle de Aragón.
Sobre este personaje bastante escurridizo y atrevido escribió el cronista de México, Carlos Monsiváis: “Comisionado en Xalostoc, Ríos Galeana se distingue por su astucia y eficacia. Pasea por doquier su metro ochenta de estatura, es ostentoso y ágil, maneja las armas con ambas manos y en el Barapem da clases de educación física, defensa personal y tiro. Pronto, el Barapem organiza a diario razzias, secuestra a ricos, asalta autobuses urbanos y se convierte en el azote de obreros, mexiquenses y empresas aledañas. Con puntualidad hay cacería de obreros en los días de raya (los obreros llaman a su semana “el salario del miedo”), y hay también golpes, torturas e intimidaciones a los renuentes, que incluyen las típicas e acusaciones de tráfico de drogas.”.
Todavía yendo más lejos, la zona de Ecatepec fue escenario propio de las actividades del bandolerismo social, cuando cuadrillas de delincuentes asaltaban las diligencias que salían o llegaban a la ciudad de México con rumbo a Veracruz.
El bandolerismo social o los llamados rebeldes primitivos, eran uno de los mayores problemas sociales de la elite política, nos dice Antonio Padilla Arroyo: “Entre ellos el bandolerismo y actitudes antisociales y delictivas que se creía guardaban estrecha relación con él, como la vagancia, malvivencia, plagio y secuestro.”
A un siglo de distancia vemos que casi no hay cambios en las actividades delictivas de los grupos de criminales, las cuales son casi las mismas formas de actuar.
También la debilidad de los cuerpos policíacos es similar, siempre ganan los criminales. Pero había una diferencia radical que los distanciaba; a los rebeldes primitivos se les estimaba entre el pueblo, aquí con tantos asesinatos los sicarios se están ganando la animadversión de la gente porque los llevan a vivir en un completo estado de sitio impuesto por la violencia homicida.
Los cárteles de la droga y su tanatocracia cotidiana, son sujetos históricos indeseables pero que tienen un excelente caldo de cultivo en nuestra democracia criminalizada y por que tenemos un Estado derrotado en su guerra contra las drogas.
Con esta ola de venganzas los narcos sólo quieren intimidar a la sociedad ecatepense, meterles miedo y pánico, y a la vez, neutralizar a los policías que no pueden detenerlos en la compleja, tortuosa e insegura periferia de la ciudad de México.
Estos cárteles por sus actividades sangrientas no son admitidos en el club de las mafias de la sociedad global; la mafia tiene que operar de forma invisible, sin violencia alguna, para obtener mejores ganancias y que la sociedad ni siquiera se entere que existen esas actividades criminales en su colonia.
Ellos no entran al club de mafias pero tampoco entran en la historia regional de Ecatepec, porque simplemente son actividades que en nada ayudan a fomentar la identidad y pertenencia cultural, sino todo lo contrario, degradan la vida social y promueven la distopía como forma anormal de vida social.
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